martes, 9 de noviembre de 2010

Combinaciones.


Rayos. Truenos. Relámpagos. Una ristra de sucesos, acojonantes para muchos, seguidos de fuerte lluvia. Unas gotas que caían en picado y se agolpaban contra los cristales de las ventanas y puertas, las maderas y ladrillos de las paredes, las piedras de los suelos, los árboles, los arbustos... Se estampaban con tal intensidad que parecía que a gritos pedían paso para entrar en aquella rústica casa y empapar cada mueble de madera, cada alfombra y cortina, y apagar la viva llama de la chimenea. Dentro de aquel hogareño salón, una persona se había dormido en el sofá. Acurrucada, tapada hasta la boca por dos mantas de cuadros, típicas de una casa así. La llama chisporroteaba a dos metros de ella. Pero eso a ella no le importaba, en ese momento no le importaba nada. Por la sonrisa dulce de su cara, se podría decir a viva voz que estaba teniendo un sueño realmente estupendo. Cada músculo de su cuerpo estaba relajado, aunque de vez en cuando un pie rebelde se movía, escapando a esa extrema relajación. Sus ojos se movían lenta y suavemente bajo aquellos finos párpados. A juzgar por su estado, nadie que la observara diría que algo parecido al fin del mundo se debatía a tan solo unos metros de ella. Inspiraba ternura, calor, amor, cariño... Por una parte, podían dar ganas de abrazarla y apretarla, por otra... era inpensable poder estropear tan maravillosa imagen. Fuera, la tormenta no perecía, si no que, en cambio, parecía que cada vez iba a más. Y, aunque una cosa no tenga nada que ver con la otra... lo curioso y, tal vez, gracioso, es precisamente eso. Como dos situaciones tan diferentes la una de la otra, pueden llegar a congeniar tan bien y a ser tan placenteras si se combinan...